Mi viaje a Ghana

Mi viaje a Ghana fue en verano de 2018 y tuve la oportunidad de viajar por un proyecto de voluntariado en una pequeña comunidad rural. Durante mi estancia allí, pude conocer la cultura, la gente y la vida cotidiana en un lugar muy diferente al mío.

Llegamos a Ghana

Mi primer contacto con Ghana fue el aeropuerto de Accra. Allí, pude ver por primera vez la diversidad de culturas que conviven en el país. La gente vestía de manera muy colorida y alegre, y la música que sonaba en todas partes era muy animada y pegadiza. Después de hacer los trámites de entrada al país, me dirigí a la estación de autobuses para tomar el que me llevaría a mi destino final.

El viaje en autobús fue toda una aventura. Duró unas cuatro horas y media, y el paisaje que se veía por la ventana era impresionante. A medida que nos alejábamos de la ciudad, la vegetación se volvía más densa y los pueblos que íbamos encontrando eran cada vez más pequeños y rústicos. En algunos tramos del camino, el autobús tuvo que detenerse para que pasara una manada de cabras o de vacas que ocupaban la carretera.

Finalmente, llegamos a la comunidad donde iba a trabajar. Allí, fui recibido por la gente del lugar, que me acogió con mucho cariño. Me asignaron una pequeña habitación en una casa cercana al centro de la comunidad, donde iba a pasar las próximas cuatro semanas.

Un mundo distinto

Durante mi estancia en Ghana, tuve la oportunidad de trabajar en varios proyectos en la comunidad. Uno de ellos fue la construcción de un pozo para obtener agua potable. La comunidad dependía de un pozo que estaba a varios kilómetros de distancia, y que no siempre proporcionaba agua limpia y segura para beber. Junto con otros voluntarios, cavamos un agujero profundo y lo revestimos con piedras y cemento para evitar la contaminación del agua. También instalamos una bomba manual para extraer el agua del pozo.

Otro proyecto en el que trabajé fue la construcción de una escuela. La comunidad no tenía una escuela adecuada para los niños, por lo que muchos de ellos tenían que caminar largas distancias para poder asistir a una escuela cercana. Junto con otros voluntarios, construimos una pequeña escuela con varias aulas y un patio de recreo. También donamos libros y materiales escolares para los niños.

Durante mi tiempo libre, pude conocer la cultura local. Fui invitado a varias ceremonias y fiestas, donde pude probar la deliciosa comida local y bailar al ritmo de la música africana. También visité varios lugares turísticos cercanos, como playas y parques naturales.

Opinión

En resumen, mi experiencia en Ghana fue una de las más enriquecedoras de mi vida. Tuve la oportunidad de conocer una cultura completamente diferente a la mía, de trabajar en proyectos que beneficiaron a la comunidad, y de hacer amigos para toda la vida. Sin duda, volvería a Ghana si tuviera la oportunidad de hacerlo.

Si crees que estas experiencias merecen la pena colabora aquí para que Viento Norte y Sur pueda seguir haciéndolas.