Mi viaje yo solo a Portugal

Viajar a un país extranjero puede ser una experiencia enriquecedora y desafiante para cualquier persona, y más aún si se hace en solitario. En mi caso, decidí aventurarme en un viaje a Portugal sin compañía, buscando conocer su cultura, su gastronomía y su gente. Durante mi estancia, tuve la oportunidad de experimentar momentos únicos, tanto de alegría como de incertidumbre, que me llevaron a comprender la importancia de salir de la zona de confort y enfrentar los desafíos que la vida presenta.

Mi viaje comenzó en el aeropuerto de Lisboa, donde me sentí emocionado y un poco nervioso al mismo tiempo. Era la primera vez que hacía un viaje tan lejos de casa sin nadie a mi lado, pero estaba decidido a aprovechar cada momento de esta aventura. Al llegar a la ciudad, me encontré con un ambiente acogedor y lleno de vida, con calles empedradas, edificios históricos y plazas llenas de gente. Después de instalarme en mi alojamiento, salí a explorar la ciudad y probar la deliciosa gastronomía local. En uno de los restaurantes, probé el famoso bacalao portugués y un vaso de vino verde, un momento culinario que nunca olvidaré.

Durante mi estancia, también tuve la oportunidad de visitar algunas playas de la costa portuguesa. Una de las anécdotas más divertidas que recuerdo fue cuando, durante una tarde en la playa, un grupo de lugareños me invitó a unirse a su partido de fútbol. A pesar de que mi habilidad con el balón era cuestionable, me divertí mucho jugando con ellos y aprendiendo algunas frases en portugués. Fue un momento en el que sentí que había dejado de ser un turista para convertirme en un invitado más en su país.

Una de las noches en Lisboa, decidí salir de fiesta y conocer la vida nocturna de la ciudad. Después de investigar un poco, descubrí un bar que ofrecía música en vivo y bebidas a precios razonables. Al entrar, me di cuenta de que la mayoría de la gente allí hablaba portugués, lo que me hizo sentir un poco fuera de lugar. Sin embargo, después de pedir una cerveza y animarme a hablar con algunos de los presentes, comencé a disfrutar de la velada. Incluso hice amistad con un grupo de estudiantes de intercambio que estaban allí para aprender portugués. Fue un momento en el que me di cuenta de que la comunicación y la interacción social son la clave para tener una experiencia más significativa durante un viaje.

Otra de las anécdotas que recuerdo con cariño fue cuando visité el Palacio de Sintra, ubicado en las afueras de Lisboa. Durante mi visita, conocí a una pareja de ancianos portugueses que me invitaron a tomar té y pasteles en su casa. Al principio, estaba un poco escéptico sobre aceptar su invitación, pero finalmente decidí hacerlo y me llevé una gran sorpresa.

A modo de conclusión, me gustaría destacar esto último. Hay que atreverse  a hacer las cosas que no solemos hacer, a salir de nuestra zona de confort, porque si nunca abrimos puertas nuevas, nunca sabremos lo que hay detrás,