CAPÍTULO 1- EXPERIENCIAS

Vivir experiencias te enriquece como persona:

Si preguntamos a cualquier persona que haya vivido más de la mitad de su vida, seguramente los consejos que nos podría proporcionar estarían relacionados acerca de los pequeños momentos, de las anécdotas, de las experiencias, de las risas, y del aprendizaje, y si algo nos puede hacer vivir todo lo que nos hará contar en un futuro, es viajar.

Viajar nos hace fuertes, nos hace sabios, nos quita prejuicios, nos enseña, nos nutre como humanos y como ciudadanos de este mundo. También, nos une como personas, integra culturas, y nos hace crecer personal y profesionalmente en la mayoría de las ocasiones, en definitiva, nos humaniza, o así al menos es como lo he sentido yo a mis tempranos, pero intensos 20 años de edad. En estos 20 años, he tenido la gran suerte de visitar algunos países europeos.

Algunos de ellos, por motivos de trabajo y familiares, repetidas veces como es Francia o Italia. Mentiría si dijera que viajar, es uno de los motivos para vivir que más feliz me hace, y que estos viajes turísticos me apasionan, pero si algo de verdad me ha nutrido y enriquecido, han sido mis campamentos de cada verano desde que tengo uso de razón.

He crecido en un colegio religioso, donde ayudar a los demás era siempre la principal prioridad. Realmente no sabría decir si la religión era el motivo por el que cooperaban. Pero, lo importante es que nos enseñaron a ayudar sin esperar nada a cambio. Sin darnos cuenta, de tanto ayudar, recibíamos a cambio una satisfacción y un enriquecimiento personal inigualable.

Nos intentaron educar con el altruismo como forma de vida, y sin darnos cuenta, tomamos esa opción como un valor primordial en nuestras vidas, o al menos, de la mía.

En el colegio, nos daban la opción de apuntarnos a una asociación juvenil, en la que cada sábado acudíamos todos los alumnos que quisimos apuntarnos, y jóvenes externos al colegio, para hacer actividades y pasar tiempo juntos.

Estas actividades, estaban organizadas por exalumnos, que en su momento fueron destinatarios, pero que, una vez cumplida la mayoría de edad, pasaban a ser monitores. Así han ido pasando generaciones y generaciones, años y años siguiendo la tradición del voluntariado. Entre estas actividades, estaba mi favorita, cuando nos íbamos de campamento cada verano a la sierra de Jaén todos juntos.

Los más pequeños dormían en un albergue con camas, cajones, aseos, taquillas y todo tipo de comodidades. Conforme nos íbamos haciendo mayores, las condiciones iban empeorando. Sin embargo, estas adversidades hacían despertar en mí un sentimiento de fortaleza, de superación. Además, me hacían valorar más mi cama cuando llegaba a casa después de 12 días durmiendo en una esterilla entre otros…

Cumplí los 18. Me formé como monitora voluntariamente para inculcar o al menos, intentar, hacer sentir a los destinatarios lo que a mí me enseñaron.

Así, para que cuando crecieran y miraran hacia atrás, pudieran ver con los mismos ojos que yo, la oportunidad de haber vivido experiencias con la asociación. Experiencias que nos han enriquecido tanto como personas, porque tal y como explicaba al principio: la vida, va de eso, de vivir, contar y aprender.

Vientonortesur, nos ofrece vivir una experiencia con la que humanizarnos. Además, tal y como ellos cuentan: “con pequeñas acciones cambiar el destino de muchas personas y ayudara a mejorar las condiciones de vida de muchos” … Porque eso, es lo que verdaderamente de hace sentirte vivo, y, en definitiva, vivir.