Voluntariado en orfanato Happy Children

Creo que nunca valoramos lo que tenemos hasta que cabe la posibilidad de perderlo. Esto se puede aprender por las buenas o por las malas, en mi caso por las buenas. Hace 2 años decidí embarcarme en un viaje que cambió mi vida por completo, un voluntariado en orfanato. Nunca me lo había planteado antes, pero una amiga realizó una experiencia similar y me lo recomendó 100%, así que me decidí por ello. A mis padres no les hacía mucha gracia por tema de vacunas/lejanía, ya que les dije que me iba a Nepal de voluntariado a un orfanato, pero aun así finalmente decidieron apoyarme y hacer este viaje realidad.

En cuanto embarqué en el avión, supe que sería una experiencia inolvidable y única, y así fue. Cuando llegué al orfanato vi los rostros de los niños e intenté ganarme su confianza a través de diversos juegos. Ayudaba a todas las tareas diarias, en la cocina, aseándolos, dándoles de comer e incluso llevándolos a la cama. En cuestión de 3 días, me sentía una más. Es un entorno muy acogedor y una sensación familiar, como si los conocieras de toda la vida. Estuve allí unos 2 meses, en los que aprendí realmente a valorar lo que tengo y a ser mucho más positiva.

La rutina era muy sencilla. Nos levantábamos sobre las 8 de la mañana para empezar el día con unas clases para los niños, en las que también asistíamos los que estábamos allí de voluntariado. A las 13.00h llevábamos a los niños hacia el comedor, mientras nos dedicábamos a hacerles la comida, también podíamos comer con ellos. Más tarde, a las 16.00h realizaban actividades extraescolares como pintar, hacer manualidades, bailar y mucho más. Era mi momento favorito del día, en el que veía a todos los niños sonreír y disfrutar, olvidándose así de todo un poco. Al anochecer, nos dirigimos de nuevo al comedor para cenar y finalmente, siempre les leíamos un cuento antes de dormir.

Es impresionante como los niños, siendo tan pequeños, tienen tanto razonamiento y puedes aprender tantas cosas con ellos. Llegó el día en el que mi viaje finalizaba, junto con todos mis compañeros, por lo que hicimos una fiesta de despedida con todos los niños y todas las personas del orfanato. Reímos, bailamos, jugamos y cantamos hasta que nos dolía todo el cuerpo. Al día siguiente nos llevaron al aeropuerto y aquí se acababa la aventura, una de las más bonitas y en las que más he aprendido y voy a aprender en esta vida.

Mientras estaba en el avión, reflexioné sobre los problemas tan absurdos que nos quejamos a veces las personas, mientras que otras que no tienen nada no se preocupan tanto. Hay que aprender más a valorar y a cuidar lo que tenemos, a aprender a ser más felices y a disfrutar la vida con lo que tenemos, ayudando a los demás cuando más lo necesitan. Y gracias a este voluntariado, he sabido apreciar lo que tengo y a dar gracias por ello. Si tienes la oportunidad, hazlo y colabora con una donación