Viaje solidario a Madeira, Portugal

 Portugal fue una experiencia única que me permitió conocer de cerca la cultura y estilo de vida de los portugueses. Durante mi estancia en la isla de Madeira, tuve la oportunidad de colaborar con un proyecto social y aprender mucho sobre la importancia del trabajo en equipo y la colaboración en el ámbito comunitario. Además, pude visitar lugares impresionantes y conocer a personas maravillosas. En este texto, compartiré algunas de mis experiencias y reflexiones sobre este viaje.

Madeira es una isla hermosa ubicada en el Océano Atlántico, conocida por su exuberante vegetación y su clima templado. Durante mi estadía en la isla, tuve la oportunidad de vivir en una comunidad local y colaborar con un proyecto social que buscaba mejorar las condiciones de vida de las personas mayores y discapacitadas en la zona. A través de mi trabajo, pude interactuar con personas de diferentes edades y trasfondos culturales, lo que me permitió apreciar la diversidad y riqueza de la sociedad portuguesa.

Una de las cosas que más me impactó durante mi estancia en Madeira fue el estilo de vida relajado y amigable de los portugueses. La gente en la isla es muy amable y acogedora, y siempre está dispuesta a ayudar a los demás. En la comunidad en la que viví, pude ver cómo las personas se apoyaban mutuamente y trabajaban juntas para mejorar sus condiciones de vida. Esta actitud solidaria y colaborativa es algo que realmente admiré y que me inspiró a seguir trabajando en proyectos sociales en el futuro.

Durante mi tiempo libre, tuve la oportunidad de visitar algunos de los lugares más destacados de la isla. Uno de los sitios que más me impresionó fue el Cabo Girão, un acantilado impresionante que ofrece vistas espectaculares del mar y la costa. También visité el Parque Natural de Madeira, donde pude disfrutar de la belleza natural de la isla y hacer senderismo por sus hermosos senderos. Otra de las visitas que más disfruté fue a la ciudad de Funchal, la capital de la isla, donde pude probar la deliciosa gastronomía local y conocer algunos de los puntos turísticos más populares, como el Mercado de los Lavradores y la Catedral de Funchal.

Durante mi estancia en Madeira, también tuve una anécdota divertida que siempre recordaré. Una tarde, mientras caminaba por una de las calles del pueblo, me encontré con un grupo de niños que jugaban al fútbol en la calle. Uno de ellos, al verme pasar, me retó a jugar con ellos. A pesar de que no soy muy bueno en el fútbol, acepté el desafío y me uní al juego. Durante los siguientes 30 minutos, me divertí como un niño jugando con ellos y tratando de no hacer el ridículo. Al final del juego, los niños me agradecieron por jugar con ellos y me invitaron a tomar un refresco en una de las tiendas del pueblo. Esta experiencia me recordó lo importante que es mantener nuestra capacidad de juego y diversión, incluso en la edad adulta.

Para concluir me gustaría destacar el hecho de que muchas veces decidimos viajar desde España a lugares bastante lejos pensando salir de la monotonía y hay muchos países vecinos que sin irnos tan lejos también tienen mucho que aportar.