Campamento en el desierto de Wadi Rum

¿Cómo empezó todo?

 

En octubre de 2021, Mostafa, mi amigo jordano, me pidió una y otra vez que fuera a Jordania, decía que me iba a encantar, pero yo pensaba ¿qué se me ha perdido allí?. Aún así, le prometí que iría algún día, lo que yo no sabía, es que sería tan pronto. Y sobre todo, que viviría la experiencia más mágica de mi vida en un campamento en medio del desierto de Wadi Rum.

 

Un año después, un vuelo barato de Cracovia a Ammán y un grupo de 13 amigos con ganas de viajar hicieron que cumpliera la promesa que le hice a mi amigo Mostafa mucho antes de lo que habría imaginado. Lo que en principio era un viaje por diversión, para pasarlo bien con amigos, se convirtió en todo un aprendizaje que jamás olvidaré.

 

La experiencia:

 

Nuestro cuarto día en Jordania fue el más especial. Nos llevaron al desierto de Wadi Rum al 10 de la mañana, sin que supiésemos muy bien que íbamos a hacer. Llegamos allí, y lo primero que nos sorprendió fueron las vistas; luego, la gente, sobre todo por su amabilidad y hospitalidad; y por último, el darnos cuenta de que íbamos a pasar 24 horas sin cobertura ni internet. Después aprenderíamos que era lo mejor que nos podría haber pasado.

 

Una vez allí, nos ofrecieron un tour en jeep por el desierto y nos llevaron a ver paisajes impresionantes. Paramos en todos ellos para hacer fotos y tomar té con los locales, con los que hablamos del contraste entre nuestras culturas y jugamos al fútbol o al volleyball.

 

Al finalizar el tour nos llevaron a nuestro campamento. Era muy simple, tanto, que al principio pensamos ¿cómo vamos a dormir aquí?. 10 cabañas con 2 o 3 camas cada una, unos baños y lavabos casi al aire libre y un gran espacio de convivencia con bancos y una hoguera central, donde pasamos los mejores momentos de esta aventura.

 

Nada más llegar, tomamos un té alrededor del fuego mientras conocíamos a los locales y a Aldana, una chica italiana que estaba de voluntariado allí y que nos habló de todas las cosas que le habían sorprendido de la cultura jordana. Después, tras 10 minutos de escalada vimos el atardecer desde lo alto de una montaña mientras escuchábamos música local. Fue un momento mágico. Lo más especial fue la cena, todos juntos alrededor de la hoguera comiendo una barbacoa preparada a fuego lento en un agujero en la arena del desierto, al más puro estilo beduino. Por último, dimos un paseo hasta una duna donde pasamos dos horas acostados viendo las estrellas. Nunca había visto tantas juntas.

 

El aprendizaje:

 

Como ya he dicho, si algo me llevo de esta experiencia es el aprendizaje, y a la gente. Lo bien que nos trataron en todo momento, la forma que tienen de ver la vida y como valoran cada pequeño detalle.

 

Intercambiando información sobre las diferentes culturas nos dimos cuenta de que, viviendo con mucho menos que nosotros, eran más felices, y transmitían esa felicidad a todo el que pasaba un rato con ellos.

 

Y que bien nos vino desconectar del móvil durante un día, no estar pendientes de redes sociales y mensajes sin importancia, y simplemente disfrutar de lo que estábamos viviendo, con los 5 sentidos puestos en ello.

 

Cuando Mostafa me dijo que tenía que venir a Jordania, al menos, una vez en la vida, no era consciente de lo que me iba a perder si no lo hacía. Gracias, amigo.

 

Asociación VientoNorteSur:

 

Si a ti también te gustaría vivir una experiencia como esta (campamentos, voluntariados, convivencias…), lo podrás hacer desde la asociación VientoNorteSur. Además, han abierto una campaña de crowfunding solidario en la que podrás donar para promover la organización de este tipo de actividades.